por David R.Vidal
Dead dogs don’t bite –o en su versión castiza muerto el perro se acabó la rabia– pensarían los oficiales de la policía nigeriana mientras abatían a tiros a Mohammed Yusuf, carismático fundador de Boko Haram. Aunque una multitud fue testigo de la ejecución sumaria, oficialmente se murió al intentar escapar de la comisaría con las esposas puestas. Semanas antes, en aquel verano de 2009, los militares arrasaban la zona lanzando una operación antiterrorista a gran escala que se saldó unos 700 muertos. Algunos eran terroristas. Muchos otros no.
No funcionó, obviamente. Boko Haram, lejos de desaparecer, sigue abriendo telediarios con atentados cada vez más cruentos. Si medimos su eficacia sembrando cadáveres, en el último año la han triplicado.
Los asesinatos, sin embargo, no les daban notoriedad en Occidente por más que se afanasen en conseguir armas y explosivos cada vez más sofisticados. Al menos no demasiada. Salvando alguna otra barbarie cometida como el atentado a la sede de la ONU en 2011, el sumun que ha puesto a esta organización en el mapa ha sido el secuestro de dos centenares niñas en Chibok, cuyo desenlace sigue pendiente. Con todo, conociendo la mentalidad de los lugareños, es seguro que el actual líder de la banda Mr. Shekau todavía no cesa en su asombro del impacto internacional que ha obtenido. Y es que hay que tener en cuenta que se trata de un grupo de bandidos reconvertidos en terroristas. En condiciones normales, por las niñas no le pagarían mucho más que por un grupo de cabras, pero el resultado mediático le ha tentado a colgar los explosivos en la pared y dedicarse a los secuestros, si no fuera por el rechazo que suscita el asunto entre sus amiguetes terroristas. Amigos como Al Qaeda, quienes han guardado un inusual silencio, poco convencidos de la bondad de la acción hacia la causa islamista. Porque una cosa es secuestrar extranjeros y pedir suntuosos rescates y otra bien distinta hacerse con unas inocentes criaturas para violarlas y venderlas.
Puede parecer que Shekau está loco, pero no lo está más allá de su egolatría catódica. Puede parecer que se trata de una lucha entre musulmanes y cristianos, pero aquí el islamismo radical reside en segundo plano. Tampoco es del todo cierto eso de que “la educación occidental es pecado”, si nos atenemos a la pseudo-correcta traducción del nombre de Boko Haram. De hecho, muchos de los miembros de la banda matarían porque sus hijos tuviesen la oportunidad de estudiar en Europa.
Entonces, ¿quiénes son realmente estos criminales y qué pretenden?. La respuesta es difícil no ya por su complejidad, sino por ser un cóctel mutable influenciado por factores internos y externos. Tienen una parte real de fundamentalismo islámico aderezado con dosis de mero pretexto. Otro aspecto encaja más en el concepto de forajidos, quienes han superado la pobreza y marginación en donde vivían al encontrar una fórmula para ser temidos y respetados por todo el país. Y por último, no por ello menos importante, el sempiterno recurso de hacer política con sangre que aqueja a ambas partes del conflicto.
Contexto económico y religioso
Con una población de 170 millones de habitantes, aproximadamente la mitad de la población son musulmanes y casi la otra mitad cristianos, sin renunciar en cierta medida al animismo ancestral -sobre un 10%-. Los 12 estados del norte donde se ha impuesto la ley islámica –sharia- prácticamente dividen al país a la mitad.
La división alcanza igualmente la esfera económica: más de un 70% de la población de ese norte musulmán vive en la pobreza, mientras que en el sur cristiano, rico en petróleo, con infraestructuras e inversiones públicas, los términos se invierten y los pobres no alcanzan el 30%.
Con esta situación es fácil comprender donde está el caldo de cultivo para reclutar terroristas. Pobreza, pero sobre todo falta de educación entre los jóvenes. Al fin y al cabo, la pobreza es endémica en otras regiones pero aquí se le añade la ignorancia formando un cóctel explosivo que hace que distintos pareceres se diriman no ya a machetazos, sino a tiros.
De uno de los mayores exportadores de petróleo a nivel mundial se podría esperar algo más, pero su sistema político-social siempre ha estado lacrado por la corrupción, si bien ha mejorado ligeramente con el actual gobierno.
Tampoco el norte se ha beneficiado de la emigración. La gran mayoría de los inmigrantes que llegan a Europa proceden de los estados del sur, lo que implica no sólo una llegada de divisas en forma de remesas a familiares, sino beneficios sociales gracias al trasvase cultural y tecnológico con Occidente.
Boko Haram es un fenómeno reciente pero la situación siempre ha sido de continua rivalidad entre ambas comunidades, lo que desemboca, especialmente en los estados del norte, en matanzas sin causa justificada. En el año 2002, el certamen de Miss Mundo iba a celebrarse en Nigeria, en lo que se suponía iba a ser un primer paso para abrir el país al turismo. Un periodista local tuvo la desafortunada idea de publicar un artículo donde se sugería que, dada la belleza de las aspirantes a Miss Mundo, de estar vivo, el mismo profeta Mahoma se habría casado con una de ellas. Los clérigos musulmanes de Kaduma calificaron el artículo como “sacrílego” y comenzaron las protestas, que desembocaron en enfrentamientos abiertos con armas de fuego, machetes y piedras. El saldo final fue de más de 200 muertos, un millar de heridos y más de 10,000 desplazados debido a que sus casas fueron destruidas. Por supuesto el certamen fue cancelado.
La violencia religiosa se mezcla y confunde en ocasiones con la violencia étnica, ya que son frecuentes las masacres entre tribus vecinas ante la menor provocación, tras las cuales el bando perdedor busca la revancha en un ciclo sin fin.
Así empezó todo
2002, Maiduguri, el líder musulmán sectario Ustaz Mohammed Yusuf, harto de ser expulsado de las mezquitas junto a sus seguidores por tener una visión peculiar de las enseñanzas coránicas y, sobre todo, ideas extremistas, crea el grupo “Jama’atu Ahlis Sunna Lidda’awati wal-Jihad”, es decir, “Gente Comprometida con la Propagación de las Enseñanzas del Profeta y la Yijad”.
Un título sin duda demasiado largo que los nigerianos rápidamente resumieron a algo más asequible como “BOKO HARAM”. Este término ha traído de cabeza a más de uno debido a su confusa traducción. HARAM es lo prohibido, la anatema islamista, mientras que BOKO es una forma muy coloquial en lenguaje Hausa que significa falso o fraudulento, pero, ¿a qué se refiere?. Hay que remontarse al siglo pasado, cuando los ingleses colonizaron Nigeria e impusieron su cultura y creencias. Entonces hubo cierta resistencia de los nativos quienes consideraban que esa educación occidental impuesta por la fuerza era “boko”, es decir, “chunga”. Por tanto, es coherente considerar que la educación “no islámica” u “occidental” es prohibida.
Este concepto sería matizado por sus propios correligionarios refiriéndose más ampliamente al modo de vida fuera de los preceptos coránicos y no a la educación en sí misma.
Mohammed Yusuf construyó una mezquita, además de una escuela y dado que era un líder muy carismático, rápidamente se encontró con muchos acólitos entre las familias musulmanas de escasos recursos que les llevaban a sus hijos. Sus enseñanzas implicaban la imposición de una ley islámica extrema, junto con la abolición de la pretenciosidad occidental.
Los conflictos con los seguidores de Boko Haram se fueron recrudeciendo con el tiempo, así como los asaltos a los no creyentes. Diversas autoridades locales, incluidos los propios líderes musulmanes alertaron sobre el peligro del extremismo que estaba cultivando Yusuf, pero las alertas tienen poco recorrido en una sociedad donde se vive al día y no existe una cultura de prevención y donde, dicho sea de paso, la rivalidad entre musulmanes y cristianos conforma buena parte del poder político.
La violencia sectaria llegó a su tope el 26 de julio de 2009. Algunos de los líderes de Boko Haram fueron arrestados, hecho al que sus seguidores respondieron asaltando una comisaría. Las fuerzas del gobierno actuaron entonces con vehemencia y se produjo una gran masacre a lo largo de una batalla campal que duró tres días. Fue entonces cuando Mohammed Yusuf fue arrestado y la AK47 sentenció el final de sus días.
Renacimiento
Tras unos meses de silencio donde se fueron recuperando del fuerte golpe recibido, en septiembre de 2010 los seguidores de Boko Haram atacaron la prisión de Bauchi, donde consiguieron liberar a la práctica totalidad de presos -721 de 759- que estaban confinados en la misma.
Coincidiendo con el último viernes del mes de Ramadán del 2011, el 26 de agosto, la sede de la ONU en Abuja (Nigeria) era destruida. El atentado contra la oficina de la ONU fue totalmente inesperado ya que no parecía seguir la lógica, si es que puede considerarse tal, de los terroristas. Si su finalidad era llamar la atención mundial, lo consiguieron.
El sucesor y nuevo líder de la banda, Abubakar Shekau, uno de los acólitos más devotos de Yusuf, era mucho más peligroso y violento que su predecesor al considerarse un enviado de Dios con la misión de matar y seguir matando.
En este cambio de estrategia, es muy probable que la mano del AQMI estuviera detrás, aunque no se descarta la intervención de otros actores. Algunas versiones de lo sucedido, puede que sin mucho crédito, apuntaban a seguidores del malogrado líder libio Gadafi, como contribuyentes en la financiación del atentado o provisión de armamento.
El siguiente ataque de importancia se produjo en noviembre de ese mismo año en la ciudad de Damaturu, donde en una serie de acciones coordinadas se asaltaron una comisaría, varios edificios gubernamentales, dos bancos y al menos seis iglesias, con resultado de 150 muertos. Es de destacar que algunos de los terroristas portaban ametralladoras pesadas. Horas antes, tres suicidas con explosivos causaban estragos en Maiduguri.
Apenas unas semanas más tarde, las autoridades nigerianas conseguían detener a los presuntos organizadores y desmantelaban su “laboratorio secreto” donde se habían confeccionado los artefactos explosivos.
De poco sirvió, ya que en el día de Navidad de 2011 la barbarie volvía a ser primera plana de los medios de comunicación tras explosionar una sucesión de bombas colocadas en iglesias católicas de varias ciudades del noroeste nigeriano. El número de víctimas superó el centenar y estuvo a punto de iniciar una guerra religiosa por todo el país de consecuencias imprevisibles.
A partir de entonces se sucedieron una serie de ataques y atentados que fueron escalando en cuanto a su complejidad. Ya en el informe de la Casa Blanca de EEUU fechado en Junio de 2011, “National Strategy for Counterterrorism”, figuraba una advertencia en un párrafo de gran interés, titulado: “Magreb y Sahel: Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI)”, según el cual «AQMI tiene sus raíces en Argelia pero en los últimos años se ha desplazado su centro de gravedad hacia el sur, donde goza de un cierto grado de refugio en el norte de Mali y explota las limitadas capacidades en materia de antiterrorismo de los países de la zona. Desde esta base ha entrenado combatientes para otras organizaciones aliadas, tales como BOKO HARAM, y sin duda busca explotar la inestabilidad en el Norte de Africa para expandir su alcance y acceso tanto a armas como a reclutas. ».
Ascenso
Si hasta 2012 Boko Haram ya había causado cerca de un millar de muertos, sus acciones se recrudecieron paulatinamente, provocando masacres cada vez más audaces y cercanas en el tiempo.
Desbordado por la situación, Goodluck Jonathan, presidente de Nigeria, declaró el estado de emergencia en toda la región nororiental en mayo de 2013 lo que supondría el envío de más tropas a los estados de Borno, Adamawa y Yobe, bastiones de la banda.
A pesar de las buenas intenciones, los resultados prácticos han sido nulos: las estimaciones indican que en este último año los civiles muertos en atentados superan los dos mil, triplicando los del año precedente. La suma total desde el año 2009 supera los 4000. Hades ha tenido trabajo.
El 14 de abril de 2014 se produjo la acción más dramática a nivel internacional: el secuestro de más de dos centenares de niñas en una escuela secundaria en Chibok, del estado de Borno. Su posterior utilización como botín de guerra ha escandalizado a la comunidad internacional hasta el punto de que varios países, incluida España, han ofrecido su ayuda para rescatarlas, aunque en este último caso es más una decisión simbólica que práctica.
La falta de resultados en la lucha antiterrorista es una suma de factores. Existe un contexto general donde el estado federal de Nigeria no deja de ser una torre de Babel donde confluyen casi quinientos grupos étnicos diferenciados no sólo por su idioma y costumbres sino también por su tamaño, poder e influencia.
Mantener el estado cohesionado, a pesar de los frecuentes conflictos, en un reto que exige delicados equilibrios de poder y existe un desapego creciente en la población de los estados desfavorecidos respecto al gobierno central. Las tropas enviadas a proteger a la población son vistas con más recelo que como fuerzas de seguridad. La “guerra total” a Boko Haram y los toques de queda decretados por el presidente Jonathan no han sido vistas con buenos ojos por una población que lo que ansía son inversiones económicas que les permitan mejorar su situación y sacarles de la pobreza.
La actuación de los militares hasta la fecha es cuestionable y considerada por el ciudadano más como una parte del problema que de la solución. Lo cierto es que las operaciones antiterroristas más importantes hasta la fecha se han saldado con más víctimas entre aquellos inocentes que tuvieron la desgracia de estar en el lugar inadecuado que en las filas de los propios terroristas. Habría que añadir que esta ineficacia en parte se debe a serias carencias en equipo y entrenamiento, pero igualmente en motivación.
El antiguo adjunto militar a la embajada de Reino Unido en Nigeria expresaba gráficamente a la BBC cual era la actitud: “El problema con el gobierno nigeriano es que ellos quieren un gran botón rojo que puedas pulsar y lo arregle todo”.
Menos esperanza, si cabe, se puede tener en las fuerzas policiales. En un país conocido por ser uno de los más corruptos del mundo, con una cultura del pillaje extendida a todos los niveles sociales, es difícil imaginar que los responsables de la seguridad puedan dedicar su tiempo a algo más que buscar el beneficio propio, especialmente si se trata de asuntos espinosos de orden étnico o religioso, donde hay que lidiar con los intereses de diversas facciones.
Pero incluso teniendo fuerzas perfectamente entrenadas, existe una dificultad adicional: la gran porosidad de las fronteras con los países vecinos, que son cruzadas a diario tanto por inmigrantes con destino a Europa como por traficantes de armas o contrabandistas. En especial, Niger, Camerún y Chad tendrían que actuar de forma coordinada o de lo contrario la erradicación total siempre será una misión imposible pues los terroristas podrán lanzar ataques o huir con cierta impunidad.
La cumbre de París celebrada en mayo a propósito del secuestro de las niñas, arrojó una luz de esperanza, especialmente con Camerún, cuyas relaciones diplomáticas con Nigeria eran nulas hasta dicha fecha. Apenas una semana más tarde, el ejército camerunés anunciaba enfrentamientos con seguidores de Boko Haram en la ciudad de Kousseri justo en la frontera con Chad, tras haber enviado tropas a la zona.
Si los últimos acontecimientos suponen un punto de inflexión hacia el declive de la banda terrorista o no dependerá principalmente del interés que suscite a nivel internacional.
AQMI y Boko Haram juntos, pero no revueltos
El debacle de Gadafi tuvo un efecto de caída de castillo de naipes en muchos países africanos. Al desmoronarse la dictadura, dio lugar al saqueo de arsenales libios y caos generalizado que fue aprovechado por movimientos de todo tipo, algunos con ideología islamista y otros fundamentalmente independentistas o separatistas.
En el año 2012 el gobierno de Mali estuvo a punto de perder el control sobre gran parte de su territorio debido a la rebelión de los tuaregs apoyados por una inédita alianza de movimientos yihadistas, algunos en primer plano, como al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Ansar al Din (AD) y el Movimiento por la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO) y otros más distantes como Boko Haram.
Francia, dispuesta a proteger sus intereses en la zona, inició un conflicto armado en Mali en el que, si bien recuperó los territorios controlados por los rebeldes, el conflicto sigue latente. Una de las consecuencias del conflicto francés es que el eje de gravedad yihadista se desplazó hacia el sureste, favoreciendo el protagonismo de Boko Haram.
Afortunadamente, la lucha codo a codo de independentistas tuaregs y fundamentalistas no ha sido –y nunca lo será- duradera. Aunque ambos tienen a los gobiernos como enemigo común, en el fondo la mayoría de la población prefiere el islam moderado y abierto al que están acostumbrados.
En esta alianza yihadista, hay que distinguir la marca internacional, al-Qaeda, que se encarga de la estrategia global, de aquellas otras organizaciones terroristas con ámbito de acción local, léase AD, MUYAO o Boko Haram.
El problema es que como ocurre con toda marca, hay que protegerla. Al-Qaeda tiene un producto que vender en el sentido de conseguir potenciales apoyos entre la insurgencia. Aunque no les queda más remedio que transigir con algunas incongruencias de las cada vez más estrambóticas organizaciones que surgen de la nada y dicen operar en su nombre, todo tiene sus límites. La violencia brutal e irracional, los asesinatos masivos indiscriminados y sin objetivos claros sólo conduce a un deterioro de la imagen de muyahidines que pretenden transmitir. Hay precedentes, como los militantes de ISIS en Syria e Irak, de los que al-Qaeda ha renegado.
Aunque Boko Haram siempre ha mantenido el discurso localista, el apoyo de al-Qaeda ha sido más que evidente. La brutalidad e incoherencia de la actual espiral de violencia en Nigeria puede acabar rompiendo el vínculo.
Shekau, ¿visionario o farsante?
Abubakar Shekau, el líder espiritual de la banda parece haber salido de la nada y, en cierta medida, así parece considerarse a la zona fronteriza entre Niger y Nigeria. Nació en la República de Niger… o puede que no y que lo haya hecho en el pueblo de Shekau (Nigeria) de donde supuestamente provenían sus padres. Puede que naciera en el año 1965 o en 1969… o tal vez en 1975. También puede que ni él mismo lo sepa ya que por allí la gente da a luz en sus casas más que en hospitales y hay que confiar en la buena memoria de la familia.
Se apoda Darul Tawhid por su especialización en la doctrina ortodoxa conocida como Tawhid, una rama del Islam que proclama la unicidad –es decir, la divinidad única es radicalmente una y por tanto no tiene atributos ni personas de carácter divino-. Dice que ha estudiado teología islámica de la mano de un clérigo tradicional aunque no hay nada que lo sustente. De hecho, los teólogos de la zona opinan lo contrario –en voz baja para no recibir una bomba a cambio-. Eso sí, es un personaje culto, cauto e inteligente a la vez que despiadado.
Shekau nos ha hecho saber que su objetivo es crear un estado islámico –uno diferente, a su medida-, que hay que acabar con la educación occidental –cliché inverosímil hasta para un talibán, sacado de la época colonialista- y que, en resumen, hay que matar a todos los que se opongan. Todo ello porque Dios le ha hablado y así se lo ha dicho. Y le ha dicho más: “Yo secuestré a sus niñas. Las venderé en el mercado, por Alá. Hay un mercado para la venta de humanos. Alá dice que debería venderlas; él me ordena venderlas.”, en un claro interés económico.
Ahora bien, ¿hasta qué punto Shekau se cree sus propias palabras o ha montado una farsa?. Lo cierto es que Boko Haram es una organización que ha pasado de la nada más absoluta a tener un gran poder fáctico gracias a una buena financiación, clave del asunto.
Esta financiación la han conseguido de diversas fuentes. Extorsión por un lado, vendiendo servicios de protección en plan mafioso, para lo que es necesario sembrar el terror primero. Robo de bancos por otro, donde más de un centenar han sido asaltados en sus territorios. Y como no, secuestro: aparte de las niñas que todavía están por vender o negociar, el año pasado recibieron 3 millones de dólares a cambio de una familia capturada en el norte de Camerún. Finalmente, también están las ayudas de otras organizaciones terroristas, en especial AQMI.
Publicado en revista Enigmas (julio-2014)