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El CNI me reclutó por lo que sabía de inmigración ilegal
JUAN CARLOS MARTÍNEZ.REDACCIÓN / LA VOZ
David Rodríguez Vidal (Ferrol, 1966) es uno de esos seres humanos a quienes la vida lleva por derroteros insospechados. Formado como in- formático, hace años comenzó a cooperar con organizaciones de ayuda a los inmigrantes. Pronto manejó información suficiente como para in- teresar a las fuerzas de seguridad. Un día recibió la visita de unos discretos agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que acabaron reclutándolo. El próximo día 4 presentará un libro cargado de revelaciones, Diario de un espía, editado por el grupo Planeta, en el que relata su experiencia como colaborador del espionaje español.
—¿Cómo se llega desde la ayuda a los subsaharianos hasta el servicio de inteligencia?
—Mis primeros contactos fueron más bien con las fuerzas de seguridad, en casos relacionados con extranjeros —en aquellos tiempos aún no eran subsaharianos sino principalmente colombianos y brasileños—, cuando existía criminalidad. Me llamaban si había una red de tráfico, sobre todo con fines de explotación sexual. Los del CNI vinieron a mí por lo que sabía de inmigración ilegal, cuando ya estaba bastante metido en estos asuntos. Al principio fue una colaboración muy limitada, de carácter local, pero en muy poco tiempo pasé a profesionalizar mi actividad.
—¿Y, a partir de ahí…?
—Llegué a organizar y coordinar una red de informadores sobre todo en el norte de África, pero también en países de Europa. La red proveía información de interés para la prevención del terrorismo, especialmente islamista, y la inmigración ilegal, pero también nos dirigimos a objetivos concretos: si se perseguía a los cristianos en Marruecos, si había desplazamientos al Magreb de islamistas de Pakistán o de Oriente Medio. Pero todo empezó por la inmigración.
—¿Cree que su libro será bien recibido por nuestros espías?
—Casi todos los servicios de inteligencia funcionan de forma parecida. Mi objetivo no es revelar datos concretos sobre el CNI, sino relatar sobre qué premisas y objetivos actúa un servicio de inteligencia.
—Lo hemos visto estos días en televisión, pero hablando del caso de Asunta Basterra: ¿cómo se cruzó este crimen en su camino?
—Estaba participando en un juicio por tráfico de seres humanos cuando se mezclaron los personajes de este proceso con los de la muerte de Asunta, lo que me hizo seguir el caso con especial interés. Nos gustaría hacer un análisis de inteligencia, que podría aportar algo, aunque sea muy difícil de resumir; básicamente, pensamiento crítico, es decir, independiente de la búsqueda de culpables, procesando las pruebas de una forma muy imparcial y distante; otro de los sesgos de este tipo de análisis es la multidisciplinariedad, una labor de equipo de distintas procedencias.
—¿Sería útil a pesar de que, como usted mismo ha dicho, la investigación se centra ahora en el móvil sexual?
—Sería útil básicamente para la toma de decisiones de la acusación o la defensa. Y sí, podría servir para aclarar cosas independientemente de que, por las fuentes directas a las que he tenido acceso, en el entorno de la instrucción la hipótesis que se maneja es la del móvil sexual.
Móvil del crimen caso Asunta
Participación en el programa «La diana de…» A3
Facebook de Basterra en el caso Asunta
Participación en programa «Espejo Público» (A3)
Los espías que se dedicaban a espiar
Por David R.Vidal (Libertad Digital)
Cuando Truman creó la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) en 1952 difícilmente podría imaginarse la importancia que llegaría a alcanzar en años venideros. Su función era explotar globalmente la llamada Inteligencia de Señales o SIGINT que en la práctica alcanza a toda forma de comunicación humana por medios electrónicos pero también otro tipo de informaciones, como las generadas en ordenadores.
Dicho de otra manera, entre sus funciones está el pinchar teléfonos, espiar e-mails o datos informáticos, incluyendo, cuando sea necesario, el sabotaje o los ciberataques. La NSA realiza sus cometidos de manera secreta, aunque carece de los espías tradicionales –eso se lo deja a sus primos de la CIA o los militares de la DIA- y emplea únicamente medios electrónicos. Las fuentes humanas, unidas a las electrónicas, conforman la esencia pura de la información empleada en inteligencia.
Además de un fino oído, también hace falta un gran cerebro capaz de romper con el cifrado. La NSA no se limita únicamente a la captura de señales sino que dispone igualmente de expertos en criptografía apoyados por supercomputadoras como parte de sus cometidos, dando soporte a varias agencias norteamericanas. Tampoco es necesario un gran despliegue de medios y la experiencia dicta que, a veces, todo el esfuerzo se reduce a averiguar una contraseña para poder entrar en el correo del prójimo.
Dentro de EEUU, o cuando el espionaje afecta a ciudadanos americanos, la NSA necesita ser más cuidadosa aunque tras los atentados del 11-S, se sancionó la famosa Acta Patriótica lo que supuso expandir la vigilancia electrónica del gobierno en detrimento de la privacidad del ciudadano. Concretamente, obliga a todas las empresas norteamericanas a colaborar en este sentido, permitiendo la instalación de puertas traseras en sistemas de telefonía o proveedores de internet de forma que la NSA tiene acceso directo a una parte de la información.
Mientras en Norteamérica se sigue debatiendo si sólo se registraban las listas de llamadas telefónicas o e-mails o también se grababan los contenidos de los mismos, en el resto del mundo no cabe discusión: la NSA puede actuar con total libertad. Es decir, que allí a Google le piden los datos, pero en el extranjero directamente se los «cogen». Son capaces de «pinchar» clandestinamente los enlaces de los servidores de cualquier empresa, registrando absolutamente todo lo que entra y sale de los mismos.
Los espías americanos tienen objetivos no muy diferentes de los españoles: saber todo aquello que pueda afectarles. El abanico es amplio, desde cuál es la posición del gobierno antes de celebrar una cumbre internacional o conocer su hoja de ruta real en un conflicto determinado -Siria, Libia, Sáhara,…- así como cualquier información sobre asuntos de naturaleza política, social o financiera que puedan comprometer los intereses norteamericanos o sus relaciones con terceros países. Es de resaltar igualmente la defensa de intereses económicos y comerciales estadounidense, o, ya de paso, de sus grandes multinacionales.
Sin embargo, ha sido la seguridad la justificación esgrimida, desde el final de la guerra fría, para la realización de inversiones multimillonarias en espionaje electrónico. Aunque la presencia de terroristas o afines en suelo europeo podría, al menos en el papel, movilizar al espionaje norteamericano, en estos casos es más adecuado recurrir a la ayuda de los servicios nacionales del país aliado, sobre todo porque en materia antiterrorista existen notables avances en lo referente a compartición y colaboración entre distintas agencias internacionales. Casos bien distintos serían otros escenarios donde existan conflictos prebélicos o sus gobiernos no sean afines.
Pero si existe preocupación con el espionaje, el edificio de la NSA alberga en su interior a una unidad mucho más peligrosa creada este mismo año: las unidades de ciberguerra dependientes del US Cyber Command contando con un presupuesto anual de casi 200 millones de dólares. El general Keith Alexander, jefe de la NSA, fue cristalino en sus palabras al Comité del Senado norteamericano: «Me gustaría dejar claro que este equipo, el equipo defender-la-nación, no es un equipo defensivo. Este es un equipo ofensivo que el Departamento de Defensa usaría para defender la nación si fuera atacada en el ciberespacio.«