Por David R.Vidal (Libertad Digital)
Cuando Truman creó la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) en 1952 difícilmente podría imaginarse la importancia que llegaría a alcanzar en años venideros. Su función era explotar globalmente la llamada Inteligencia de Señales o SIGINT que en la práctica alcanza a toda forma de comunicación humana por medios electrónicos pero también otro tipo de informaciones, como las generadas en ordenadores.
Dicho de otra manera, entre sus funciones está el pinchar teléfonos, espiar e-mails o datos informáticos, incluyendo, cuando sea necesario, el sabotaje o los ciberataques. La NSA realiza sus cometidos de manera secreta, aunque carece de los espías tradicionales –eso se lo deja a sus primos de la CIA o los militares de la DIA- y emplea únicamente medios electrónicos. Las fuentes humanas, unidas a las electrónicas, conforman la esencia pura de la información empleada en inteligencia.
Además de un fino oído, también hace falta un gran cerebro capaz de romper con el cifrado. La NSA no se limita únicamente a la captura de señales sino que dispone igualmente de expertos en criptografía apoyados por supercomputadoras como parte de sus cometidos, dando soporte a varias agencias norteamericanas. Tampoco es necesario un gran despliegue de medios y la experiencia dicta que, a veces, todo el esfuerzo se reduce a averiguar una contraseña para poder entrar en el correo del prójimo.
Dentro de EEUU, o cuando el espionaje afecta a ciudadanos americanos, la NSA necesita ser más cuidadosa aunque tras los atentados del 11-S, se sancionó la famosa Acta Patriótica lo que supuso expandir la vigilancia electrónica del gobierno en detrimento de la privacidad del ciudadano. Concretamente, obliga a todas las empresas norteamericanas a colaborar en este sentido, permitiendo la instalación de puertas traseras en sistemas de telefonía o proveedores de internet de forma que la NSA tiene acceso directo a una parte de la información.
Mientras en Norteamérica se sigue debatiendo si sólo se registraban las listas de llamadas telefónicas o e-mails o también se grababan los contenidos de los mismos, en el resto del mundo no cabe discusión: la NSA puede actuar con total libertad. Es decir, que allí a Google le piden los datos, pero en el extranjero directamente se los «cogen». Son capaces de «pinchar» clandestinamente los enlaces de los servidores de cualquier empresa, registrando absolutamente todo lo que entra y sale de los mismos.
Los espías americanos tienen objetivos no muy diferentes de los españoles: saber todo aquello que pueda afectarles. El abanico es amplio, desde cuál es la posición del gobierno antes de celebrar una cumbre internacional o conocer su hoja de ruta real en un conflicto determinado -Siria, Libia, Sáhara,…- así como cualquier información sobre asuntos de naturaleza política, social o financiera que puedan comprometer los intereses norteamericanos o sus relaciones con terceros países. Es de resaltar igualmente la defensa de intereses económicos y comerciales estadounidense, o, ya de paso, de sus grandes multinacionales.
Sin embargo, ha sido la seguridad la justificación esgrimida, desde el final de la guerra fría, para la realización de inversiones multimillonarias en espionaje electrónico. Aunque la presencia de terroristas o afines en suelo europeo podría, al menos en el papel, movilizar al espionaje norteamericano, en estos casos es más adecuado recurrir a la ayuda de los servicios nacionales del país aliado, sobre todo porque en materia antiterrorista existen notables avances en lo referente a compartición y colaboración entre distintas agencias internacionales. Casos bien distintos serían otros escenarios donde existan conflictos prebélicos o sus gobiernos no sean afines.
Pero si existe preocupación con el espionaje, el edificio de la NSA alberga en su interior a una unidad mucho más peligrosa creada este mismo año: las unidades de ciberguerra dependientes del US Cyber Command contando con un presupuesto anual de casi 200 millones de dólares. El general Keith Alexander, jefe de la NSA, fue cristalino en sus palabras al Comité del Senado norteamericano: «Me gustaría dejar claro que este equipo, el equipo defender-la-nación, no es un equipo defensivo. Este es un equipo ofensivo que el Departamento de Defensa usaría para defender la nación si fuera atacada en el ciberespacio.«